Una crisis de ansiedad puede originarse por una acumulación de factores de estrés que, en cada persona, se manifiestan de forma distinta. Más que el hecho en sí, lo que suele desencadenarla es la interpretación o percepción personal de ese evento. Lo que para una persona puede resultar manejable, para otra puede suponer un importante desajuste emocional.
Los síntomas asociados a una crisis de ansiedad varían en función de cada individuo, pero en términos generales, pueden incluir: agitación, sensación de pérdida de control, dificultad para respirar, taquicardia, sudoración excesiva, angustia, presión en el pecho, temblores, dificultades para concentrarse, llanto o risa incontrolable, entre otros.
Es probable que, en algún momento de nuestra vida, todos hayamos experimentado situaciones similares. Existen ciertos hechos, comunes en muchas personas, que suelen ser desencadenantes de estas reacciones naturales:
Fallecimiento de un familiar.
Rupturas sentimentales.
Épocas de exámenes.
Altos niveles de exigencia laboral.
Sobrecarga de responsabilidades profesionales.
Sobrecarga familiar y/o doméstica.
Ante este tipo de situaciones, lo más recomendable es mantener la calma y comprender que estas reacciones son una respuesta natural del cuerpo ante una situación que percibimos como amenazante para nuestro equilibrio emocional.
Sin embargo, si estas sensaciones se prolongan en el tiempo y generan un malestar significativo, es fundamental buscar apoyo profesional. Un psicólogo o psicóloga podrá ayudarte a desarrollar estrategias de gestión emocional y afrontamiento que te permitan recuperar el bienestar y fortalecer tus recursos personales.
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